jueves, 3 de noviembre de 2022

DALIA

 


Cuando tu familia, amigos y vecinos descubrieron nuestro amor reprobaron enérgicamente la unión que Dios y la vida habían favorecido, era como si quisieran bloquear los caminos divinos que el mismo creador trazó y juntó. Recuerdo nuestro primer paseo, a escondidas de tus padres y de como tú pequeño hermano nos descubrió en el parquecito del pueblo, ocultos bajo la sombra de una jacaranda. Don Cristóbal, tu padre, llego escopeta en mano y amenazó con desaparecerme si no abandonaba la idea de enamorarte, lo que ignoraba por completo era que ya estábamos más que enamorados. Para ellos era una ofensa digna de pena capital la relación de su joven hija con un comediante venido a menos, un hombre entrado en años que divertía borrachos o al menos era lo que creía pues estaban más ocupados con las mujerzuelas del local en el que trabajaba que en reírse con mi rutina. Las semanas pasaron y nuestras furtivas citas y reuniones a escondidas en mi oficina eran cada vez más intensas, incontables veces miré hipnotizado la suave caída de tus ropas endulzando con tu perfume el interior de ese viejo cuarto.

Pero la vida muchas veces es injusta y maldita, decidiste emprender un viaje del que tus conocidos aseguraban no regresarías, que estarías en un lugar más adecuado para ti y rodeada de gente como tú. Cada noche era una tortura, repetía en mi mente cada uno de nuestros encuentros y mis fantasías eran tan intensas que mi corazón se estrujaba recordando cada palabra que de tu boca salía mientras no parábamos de amarnos una y otra y otra vez, con intensa pasión acariciaba mi cabeza y casi sentía el roce de tus tersos dedos en mis mejillas, acariciando mi barba mientras susurrabas cuanto me amabas.

Fueron días negros, mi pecho estaba ensombrecido por el pesar, mi menta no podía más soportar el tormento y la agonía de abstenerme de estar contigo y aunque fuera la último que hiciera en esta vida te encontraría. Tu familia se empeñó en ocultar tu paradero pues sabían que lo nuestro era una relación prohibida y mal vista por la sociedad, 10 años nos separaban de lo que aquellos consideraban moral y permisible; pero quien carajo se creyeron esos tontos, pensar que el amor debe medirse en escalas de tiempo ordinarias, en reglas absurdas que hombres sin conocimiento del amor formularon para delimitar los que era justo y lo que no.

Usé todos mis recursos disponibles y hasta conseguí un poco de dinero en el banco porque estaba decidido a traerte conmigo y poder perpetuar nuestro amor. El tiempo que duraron mis pesquisas pude construirte una habitación confortable repleta de figuritas de porcelana, esas que tanto te gustaba coleccionar, perfumes de esencias florales y frutales, una enorme cama de colchoneta suave y desbordada de cojines de las más finas y tersas telas, además de una imagen del Arcángel Rafael a quién le profesabas devoción Y así, una noche de tantas que el insomnio, la angustia y la soledad no me dejaban pegar los ojos emprendí mi travesía hasta aquel lugar del que se mencionaba estabas encantada ya. La mañana me alcanzó en el cuartucho gris en el que dormías, silencioso contemple tu rostro, al que la penumbra de tu habitación no le hacía ningún favor. Abriste los ojos, reconociste mi cara y aunque no pudiste articular palabra alguna de la emoción sentí en tu mirada el calor del amor que siempre nos juramos. Presurosos cogimos lo esencia y comenzamos nuestro regreso a casa, nadie podía verte salir conmigo así que alquilé una vieja camioneta a un vecino del lugar, se veía desconfiado, pero cuando le enseñé los billetes que podía ganar por el favor hasta se ofreció a servirnos de chofer. Viajamos en silencio, solo mirándonos profundamente con amor y cariño.

Los días pasaron y se hizo noticia tu desaparición, como era de esperarse tus padres me señalaron como el principal sospechoso pero mi casa estaba lejos de ser la escena del crimen, esperaban encontrarte atada y víctima de tantas vejaciones que la revisar no solo una sino hasta 4 veces mi propiedad se fueron en medio de maldiciones y amenazas sin encontrar nada más que las cartas que te escribía en mis noches de impaciencia.

Cada noche después de mi jornada visitaba tu nueva morada en la que siempre te encontraba cándida y amorosa, te llenaba de besos y caricias, consumábamos nuestro amor con pasión y lujuria pecaminosa, pero siempre sabedores que estábamos llenos de tanto amor que era válido demostrárnoslo en todas las formas posibles. Más de una vez amanecimos abrazados, fundidos como un solo ser y otras tantas más me lleve tu aroma en mi cuerpo, un aroma casi celestial al que los borrachos y rameras les causaba desagrado. Eran los mejores momentos de mi vida, hasta que Don Cristóbal nos descubrió, de todos era el más astuto y pudo encontrar los cabos sueltos que descuidado dejé en mi casi perfecto plan…

Cuando tu familia, amigos y vecinos descubrieron nuestra morada, me llamaron enfermo, demente, trastornado y tantos horrores como conocían, no dudo que algunos los inventaron en esos momentos llenos de coraje e impotencia. Maldijeron mi esfuerzo por mantenerte a mi lado, vieron con desagrado el cuidadoso trabajo que hice por mantener tu esbelto y joven cuerpo en perfectas condiciones, les dije que tú me lo pedias expresamente pero solo recibí golpes y amenazas de muerte, ignoraban que todos esos bálsamos y aceite te conservarían en una juventud casi eterna. Se horrorizaron al saber el monto pagado por encontrarte y poderte sacar de aquel cuarto gris e inmundo en el que te escondieron de mí, de ese horripilante y frio cementerio del que pude rescatarte. Y es que no comprenden, ni lo harán jamás, que el amor no puede ser medido de ninguna forma convencional, el amor no puede detenerse mediante ninguna barrera y ni siquiera Dios puede ya detener algo que él mismo formó…

Hoy, después de tantos meses de juicios y alegatos vienen por mí, me han nombrado de tantas formas y tan abominables que mi único consuelo es el saber que después de las 6 de la tarde del día de hoy podré reencontrarme contigo, en los hermosos jardines del más allá. 


1 comentario:

  1. Confía en tu esfuerzo, está abriendo puertas que aún no ves

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